viernes, 3 de octubre de 2008

Tranquilitud


Escribir es una tarea que requiere tranquilidad espiritual, a menos que se sea uno de esos extraordinarios especímenes capaces de convertir en literatura sus propias zozobras, como Poe.Soy de la opinión de que para escribir verdaderas maldades hay que tener un fondo bondadoso, igual que para escribir los párrafos más líricos hay que atesorar un poso negro. Como prueba, ahí están los motetes de Gesualdo, paradigma de serenidad, y los componía para templar el pulso antes del asesinato. O eso dicen.El caso es que cuando se te echan encima las circunstancias diarias, esas pequeñas guerras sin muertos ni heridos, pero con mucha adrenalina disparándose a toda velocidad, lo único que te apetece escribir son poemas pastoriles. Y no es plan.

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