viernes, 3 de octubre de 2008

Documentarse



Envidio a toda esa muchedumbre de escritores que componen sus novelas a base de contar sus experiencias sensoriales, paranormales y filosóficas. Envidio a esa gente que se sienta ante el espejo y ya tiene trama, personajes, estructura y un conflicto que narrar.Los que nos metemos en berenjenales históricos, o vivimos en el convencimiento de que no es razonable, ni siquiera ético, fastidiar a los demás con lo que ya nos aburre bastante en nosotros mismos, tenemos que documentarnos. Y la documentación es un vicio: empiezas por tratar de enterarte de la fecha en que sucedieron unos hechos, pasas a saber un poco más sobre los protagonistas del evento y acabas convencido de que lo importante de veras es saber qué se le daba de comer a los caballos en las paradas de postas francesas del siglo XIX.También los hay, como Noah Gordon en el Diamante de Jersusalem, que dicen que la persecución a caballo empieza en León, y veinte minutos después, el bueno alcanza al malo en Gijón y se arroja sobre él lanzándose desde su montura.Qué duro es eso de no llamarse Noah Gordon y tener que enterarse de las cosas.

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