viernes, 3 de octubre de 2008

Derrótame otra vez



Tanto se ha extendido la lírica y la estética del perdedor que a veces le da a uno vergüenza haber conseguido algo y no ser uno más de los que se arrastran por ahí convaleciendo de sus guerras perdidas, sus proyectos fracasados y sus amores traicionados.Ir a la guerra luce poco, y me alegro, porque la guerra es una actividad asquerosa. pero lo que me llama l atención es que, una vez se ha ido, lo que es verdaderamente chic es perder, rasgarse las vestiduras y sufrir mucho.En literatura es casi una plaga: el personaje interesante, el que verdaderamente atrae la atención del lector es el que no tiene dónde caerse muerto, sufre todas las injusticias y trata de imponerse a su desgracia. Que trate de imponerse es estupendo, pero es que la mayoría de los atores hacen hincapié, mucho hincapié, en esa desgracia. Y luego, encima, te dicen que es literatura social para concienciarte de algo, cuando yo, lo que veo, es un absoluto abandono al morbo. Un morbo, que por cierto, tengo aún por investigar en su filiación y procedencia.Desde que Dickens descubrió lo que vendían los huerfanitos, las mujeres abandonadas y la gente pasando frío bajo la niebla, hay gente que no se baja de la burra ni a tiros.Así, acabaremos deseando inconscientemente que todo sea una mierda y eso,a mi ver, es una incitación al suicidio como otra cualquiera. O peor.

1 comentario:

Juan Carlos Garrido dijo...

Es que ha muerto la épica, Javier, y con ella los héroes.

Saludos.