sábado, 27 de septiembre de 2014

La sexualidad de los personajes literarios

Como ejemplo, Lolita.
Una novela totalmente sexual con muy pocas escenas sexuales. Aprende.
Que sí, que el sexo vende, lo sabemos, pero escribir sobre sexo no está al alcance de cualquiera por mucho que crezca día a día el número de escritores convencidos de lo contrario.

Cuando un personaje literario se describe a través de sus manías y conductas sexuales se corre permanentemente el riesgo de convertirlo en un obsesos, en un marrano, o en pobre pringado que va por la vida enarbolando su pene como un estandarte de sus desdichas. ¿Es eso realmente lo que quieres para tu novela? 

Escribir como Martin Amis o Philip Roth no está al alcance de cualquiera, lo mismo que no puede cualquiera escribir como Flaubert. Lo más probable es que si no eres un maestro, al describir una tonta no te salga Madame Bovary, sino una simple gilipollas, una más de las que circulan por ahí y que no interesa a nadie como centro de atención de una obra escrita. Y lo mismo te va a pasar con el sexo: describir los traseros que mira alguien, las humedades de su entrepierna y sus técnicas masturbatorias no te van a acercar al análisis de sus impulsos freudianos, sino a ese género literario cochambroso del autor que se la casca sobre un teclado sin transmitir más que eso: que se la casca sobre el teclado.

Piénsalo: una novela es la narración de los momentos centrales, definitorios de una vida. Las personas que centran su vida en el sexo, en lo que hacen con él o dejan de hacerlo, en con quién se acuestan y con quién no, quién les excita y quién no, son por lo general personas muy tristes, muy aburridas, y muy poco interesantes. 

Si la vida sexual del personaje es expresión de su pasado, y consigues expresarlo, vas por buen camino, pero generar el ambiente necesario para que esto sea posible es una cosa muy delicada, como construir un castillo de cartas en un bote de remos, mientras rema tu abuela. Si es expresión de su situación socioeconómica, y consigues que la relación sea evidente, estás triunfando, pero la situación socioeconómica de la gente es más fácil de describir a través de su trabajo, del lugar donde vive y de los ambientes en que se mueve. Describir la situación social de alguien a través de las tetas que pellizca es algo que hasta Marx dejó por imposible, y escribía muy bien el tío. Si la conducta erótica del personaje es, en suma, el centro de la trama, y no te desvías en recreaciones inútiles, puede que tengas éxito, pero se trata de un desafío muy grandes que no va as a lograr a la primera y que es mejor dejar para cuando tengas doce novelas publicadas y una carpeta llena de reseñas.

Mientras tanto y no, procura que tus personajes sean gente normal, que folla, se masturba, y mira el culo de la gente por la calle, pero no habla de ello habitualmente ni lo convierte en el centro de su existencia. 

miércoles, 8 de enero de 2014

Cuando el autor del libro habla a bulto...

Catedral gótica, según reconstrucción
hecha a mano de lo descrito por un
conocido autor en las páginas de su libro
De todos los defectos que se pueden encontrar en una novela, uno de los peores es el de la falta de documentación, o la acumulación de bobadas por falta de seriedad. Un error lo tiene cualquiera (y yo he apuntado en un cuaderno aparte los míos), pero lo deseable es que se produzcan por haber fallado en un dato antes que por no haberlo consultado.

En estos casos, siempre menciono a Noah Gordon y su novela el diamante de Jersualem, en la que un personaje salía a caballo de León, perseguido por otro, que pocos minutos después le daba alcance justo antes de que el primero llegas a Gijón.

Supongo que si escribes desde EEUU, la distancia entre León y Gijón son dos manzanas, pero en ese caso habrá que dar también por hecho que la diferencia entre un novelista y un tuercebotas es aún menor, y que buena gana tiene uno de pensar que nada de lo que cuenta este tipo en su novela puede parecerse a la realidad.   

Dejando en paz al señor Gordon (que en general se defiende bastante bien con la documentación, o lo defienden entre muchos, vaya...) lo cierto es que el novelista siempre tiene lagunas, porque ni sabe de todo, ni puede entender de todo.

Así que si te vas a meter a describir las tareas de una profesión, infórmate.

Un botánico no puede hablar de esas florecillas pequeñitas y azules.
Las herramientas del escultor tienen nombre.
Las novelas náuticas son complicadas de escribir y aburridas de leer porque en el mar parece que se habla un idioma aparte.
Y los constructores de catedrales, por cierto, no ponen y quitan piedras en arcos grandes que sujetan cosas.

Y no me pidáis nombres...