martes, 3 de noviembre de 2009

Las razones de peso que se aligeran ( y viceversa)


Ando estos días con una novela sobre la irracionalidad, y os aseguro que es complicado.

Cuando de lo que se trata es de mover a la gente por impulsos, hay que nadar entre dos aguas: por un lado, las razones que aducen los personajes, o las que cayan pero se dejan entrever, tienen que seguir siendo convincentes para que el lector no piense que se le toma miserablemente el pelo. Decir cualquier cosa puede fomentar la libertad y todo lo que queráis, pero lo que en realidad fomenta es la vagancia.

Pero por otro lado, de lo que se trata es de hacer notar el peso de lo irracional en la conducta humana, con lo que si los argumentos son demasiado razonables fracasamos por exceso de celo. El protagonista tiene que comprtarse de un modo irazonablemente irracional, o irracionalmente razonable; y si no, no es un personaje, sino un sorteo.

Quizás en estos casos haya que tener en cuenta aquel viejo aserto médico que afirmaba que un loco es una persona que razona perfectamente, pero partiendo de premisas equivocadas.

Y tampoco es eso.

Maldito matiz.

domingo, 27 de septiembre de 2009

la trama chunga


Uno de los peores dolores que puedes encontrar cuando planificas una novela es que la trama sea previsible, y otro, peor aún, que no encaje.

En cuanto a lo primero, propongo siempre evitar aquellas salidas argumentales en las que el personaje cambia de pronto de parecer, y haciendo algo extraordianrio, que no haría otro día, resuelve la novela. Eso es un fraude: cada personaje nace para hacer en todo momento lo que tiene que hacer, y utilizar una conducta imprevista de un personaje es como hacer que se baje un marine de un helicóptero para resolver una pelea conyugal.
La naturaleza de los personajes debe ser inmutable o se debe observar su metamosrfosis psicológíca, porque en caso contrario tenemos que todos son comodines, y así cualquiera compone un poker. Al lector se le puede engañar, pero no se le puede hacer pasare por tonto.

En cuanto al encaje, no hay nada más duro que comprobar que el autor no se ha leído la novela. Si el autor no se la lee, o no se entera de lo que pasa, ¿por qué le iba a leer otra persona?

Insisto más profundamente sobre este tema en otro momento, proque me parece clave. Y me preocupa.