viernes, 3 de octubre de 2008

Noctíletros



La manía de escribir por las noches proviene, oficialmente, de la necesidad de tranquilidad y concentración, sin temor a que nadie te moleste.Lo cierto, sin embargo, es que escribir de noche suscita otra clase de ideas distintas a las que surgen de día. El tono narrativo depende, por supuesto, del tono del que escribe, y si es cierto eso de los ritmos circadianos y de que la mente funciona de distinta manera según la hora, llegamos ala conclusión de que hay obras diurnas y obras nocturnas.¿Os imagináis a Proust escribiendo “en busca del tiempo perdido? A las once de la mañana? Es posible que lo hiciera, pero la verdad, yo no lo imagino. Me lo figuro más bien en largas noches de insomnio, peleando con el verbo justo, afinando el adjetivo a la luz de una vela, o de un quinqué. Seguramente tenía otra clase de iluminación, pero así es como lo imagino yo.Sin embargo, hay otras obras que tienen que ser necesariamente diurnas: Stevenson escribió seguramente “la isla del tesoro” por las tardes, con el rumor de fondo de algún mar, y las voces de los carreteros y los comerciantes de las inmediaciones mezclándose con la suya, que sonaba en el interior de su cabeza. Lo más seguro es que sea una tontería, pero para eso son las cinco de la mañana: la hora en la que puede uno permitirse estas cosas.

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