Igual que en la edad media se usaban las imágenes para ilustrar sobre temas religiosos a una población que no sabía leer, parece que en nuestros días se impone cierto tipo de literatura escrita para gente que no sabe pensar.La estructura de los libros más populares tiende al comic, con ideas simples, sencillas, que no dejen resquicios a la ambigüedad, y cuando los dejan son dualidades tan simples que no requieren ninguna preparación anterior.Tengo un amigo que dice, acertadamente creo, que para que un libro triunfe tiene que tener algo de infantil. No es de extrañar que sea así, porque si la juventud se ha prolongado en las normativas de los veintitrés a los treinta y cinco años, la infancia, em justa proporción, debe durar ahora hasta los veintitantos, o posiblemente más allá.La infancia, como apartamiento de la realidad o mundo de los adultos, llega incluso mucho más lejos.Y los libros que requiere la acompañan.
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